Arthur Curry no es el mismo de siempre. Puede argumentarse que es por la Liga de la Justicia (aunque es como si no hubiera sucedido porque ni se menciona en la película). Puede que la madurez le haya hecho cambiar. Pero lo cierto es que Aquaman ya es un nombre conocido sobre todo en el entorno del mar.
Claro que una cosa es salvar a unos tripulantes de un submarino del ataque de piratas con Manta a la cabeza y otra muy distinta, es que Mera se te aparezca tras una noche de borrachera con tu padre y unos espontáneos amigos, para decirte que proclames tu trono en Atlantis, que evites una guerra mortal y que salves el mundo.
Este es el argumento inicial que David Leslie Johnson-McGoldrick (“Expediente Warren: El caso Enfield”) y Will Beall (“Gangster Squad: Brigada de élite”) proponen con su guión de Aquaman, el último estreno de Warner Bros. que intenta resucitar un universo tocado desde todos los ángulos.
Nos rendimos ante James Wan
El director James Wan ha tenido ante sí un titánico reto. Convertir a uno de los superhéroes menos valorados en los cómics (léase en comparación a otros pesos pesados), en el máximo exponente del DCU (Universo Cinematográfico de DC) en cuanto a taquilla y estilo se refiere.
Wan ha dirigido Saw (2004), motivo por el que nosotros ya no necesitamos oír más, nos levantamos de la butaca y aplaudimos al director. No obstante, su filmografía continúa con Insidious, The Conjuring, Annabelle o Furious 7, entre muchas más.
Todas ellas con un estilo realístico pero fantástico, de terror lovecraftiano a acción noventera. Y, además, éxito de taquilla en prácticamente todas sus películas.
Con Aquaman la cosa cambiaba. Wan no podía basarse solo en acción, pues un film de superhéroes en el que solo haya explosiones, balas y más explosiones solo puede interesar si Michael Bay dirige la batuta.
El terror está descartado. Solo faltaba después de Batman vs. Superman, El amanecer de la Justicia tener otro film en el DCU inentendible por los no aficionados a los cómics, serio, dramático y encima terrorífico.
Así pues, Wan apuesta por la aventura. Atención fans de Indiana Jones, nostálgicos de Star Wars y hasta los conocedores de El Código Da Vinci, porque el director australiano mezcla la aventura con batallas épicas, una pizca de comedia, apenas dos gotas de romance, mucha, mucha (pero mucha eh) acción con peleas cuerpo a cuerpo, tridente a tridente y explosiones, así como terror. Oh sí, da igual la edad que tengáis. El monstruo que el mismo Atlantis temía según la leyenda hace un acto de presencia tan espectacular como terrorífico, por no hablar de que la Fosa hace honor a su nombre.
«Permiso para subir a bordo»
Sube Aquaman al tren de los films en solitario de superhéroes. Aparece Jason Momoa con un trabajo de gimnasio extraordinario y una actuación mejor que cualquiera de sus interpretaciones anteriores (este hombre es que mejora con la edad y no solo físicamente, sino también en su talento artístico).
En la película aparece en apenas los primeros compases. Un submarino es «abordado» por el bastardo del trono de Atlantis, se le ve de espaldas, se gira y suena un acorde de guitarra eléctrica propio del mismísimo Keith Richards.
Podéis buscarlo en YouTube, en el tema «Permission to Come Aboard» en el 01:25. Es solo un acorde y se incluye durante toda la banda sonora como elemento disruptivo. Da igual lo que hayas visto, las normas establecidas, las tradiciones atlantianas, lo poco apropiado que sea la situación… Aquaman desgarra con su acorde cualquier escena y reclama no solo el trono de Atlantis, sino toda la atención de la cámara.
Momoa ha obtenido (como debe ser) los mejores diálogos, las mejores escenas de acción y casi el 80% del peso de la trama. Lo soporta y lo lleva consigo cual fardo de papel de periódicos. La película encaja con su papel de Aquaman como anillo al dedo, o como tridente a atlante.
Le compagina Mera (Amber Heard) en uno de los personajes que mejor química presenta en pantalla con el protagonista superheroico desde que… bueno la verdad es que se nos hace difícil recordar la química de dos superhéroes tan bien llevada en pantalla. Quizás si recordamos los primeros momentos de Viuda Negra y Halcón en la original de Vengadores, pero sería una excepción.
Mera es la futura reina de Atlantis, con un matrimonio concertado con Orm, hermanastro de Aquaman. Sus poderes se basan en el control total del agua como arma mortal y en un alto nivel de lucha cuerpo a cuerpo.
Heard demuestra una capacidad interpretativa camaleónica, capaz de hacer evolucionar a su personaje plano a plano, desde una incredulidad inicial a la mayor fe en Aquaman del último fotograma en el que aparece.
Aprovechamos mencionar la escena de Sicilia, para también recordar a Yahya Abdul-Mateen II (Black Manta). El personaje que interpreta se gana con creces el papel de villano principal pese a que la historia no lo muestre como tal.
La persecución en el enclave paradisíaco italiano es la mejor de toda la película, con los efectos especiales más realistas y al mismo tiempo espectaculares (típico estilo de Wan), además de una coreografía brutal, que te hace pedir más y más acción en cada escena.
Secundarios tenemos en un plantel de lujo a Williem Dafoe como Vulko; Dolph Lundgren como el Rey Nereus o Patrick Wilson como el príncipe Orm; así como más esporádicos Nicole Kidman como Atlanna y Temuera Morrison como el padre de Arthur.
Aquaman al estilo Wan sin DCU
Aquaman ha superado todas las expectativas de críticos, aficionados y de la propia Warner Bros., aunque sabemos que nunca lo reconocerán.
El film tiene ya previsión de ser el mejor en taquilla de todo el DCU, superando éxitos como Wonder Woman o Batman vs. Superman.
Todos coinciden en que es el estilo de Wan lo que de verdad ha convencido. El director ha conseguido aportar al film los elementos que todo blockbuster de superhéroes necesita a nivel de rentabilidad.
No negamos la calidad de talentos como los de Zack Snyder o Christopher Nolan, pero lo cierto es que la taquilla hoy en día pide un cine más familiar, que tampoco defraude a generaciones anteriores, que sorprenda a todo el mundo, que incomode en ciertas escenas, con efectos especiales lo más espectaculares posibles y sin perder ni una pizca de realismo. ¿No es tan difícil o sí?
Lo cierto es que James Wan consigue todo ello y mucho más. El estilo del realizador ya era desde hace tiempo considerado de los mejores del Hollywood actual. Ahora ha sabido adaptar a un superhéroe como Aquaman a un estilo carismático y casi de antihéroe, en un universo tan complejo como el de Atlantis.
Aquí hacemos punto y aparte a los efectos especiales. Es fácil decir «toma 1.000 millones y hazme un film de superhéroes que quede bien». Ahora, si metes en la opción que el desarrollo de casi toda la película debe ser bajo el mar y no solo debe quedar impecable, sino que además debe sorprender en cada fotograma, entonces nos quitamos el sombrero ante Wan.
Ni Buscando a Nemo ofrecía tanto detalle del entorno marino como consigue Aquaman, que además se presenta con personajes reales.
Hay CGI. ¿En qué película no hay CGI? Pero donde se nota no es bajo el mar, sino paradójicamente en escenas absurdas, que podrían haberse solucionado con otras alternativas, más costosas, pero menos avergonzantes.
En todo caso se lo perdonamos. Aquaman es un film de superhéroes impecable, sin apenas imperfecciones y tremendamente entretenido. Es más, Wan demuestra con las escenas en la superficie (desde el desierto del Sáhara hasta Sicilia) su dominio por la acción aventuresca, ofrece en la Fosa un terror digno de su caché (la persecución antes y después de sumergirse es épica) y, finalmente, una batalla final, que hace sentir al espectador una emoción que ya querría volver a conseguir Star Wars en alguna de sus peleas intergalácticas.
Quizás, solo quizás, James Wan sea el verdadero superhéroe que Warner Bros. está buscando. Aquaman lo ha encontrado y le ha hecho rey de Atlantis, de la taquilla y de todo el DCU. ¡Larga vida al rey!
