Hace 5 años se estrenaba Prometheus (2012), la precuela oficial de todo lo acontecido en Alien, el octavo pasajero (1979). Este año hemos podido asistir al estreno de Alien: Covenant (2017), oficialmente también confirmada como secuela de Prometheus y, por tanto, también precuela de Alien, el octavo pasajero.
Cronológicamente nos explican en el inicio de la película, tras la escena introductoria, que nos encontramos en el año 2104, es decir, 10 años después de que la doctora Elizabeth Saw y el sintético David dejaran el planeta LV-223 y 18 años antes de lo acontecido en la nave Nostromo con Ripley y compañía.
Una trama consecutiva
A diferencia de lo que sucedió en Prometheus, en Alien: Covenant la continuación de la trama es mucho más evidente. Desde el primer segundo podemos ver una conversación en flashback entre David (Michael Fassbender) y Peter Weyland (Guy Pearce).
Ahora estamos preparados y no nos sucederá como con Prometheus. Cualquier frase de diálogo debe ser anotada mentalmente para el análisis posterior y la relación con alguna parte de la trama.
Posteriormente tardaremos bastante en unir ambas películas, pero Ridley Scott las ha vinculado de tal manera, que el visionado continuado de las dos sería una experiencia única para cualquier amante de la ciencia ficción.
La trama general nos presenta a la tripulación de la nave Covenant, en una misión colonizadora en la que transportan 2.000 colonos y cientos de embriones humanos listos para desarrollarse in vitro.
El objetivo es el planeta Origae-6, para el que quedan más de 7 años en llegar. Un accidente en la nave obliga a despertar a la tripulación, que se encontraba en estasis, para realizar las reparaciones oportunas. Una vez terminadas, reciben la señal de una emisión realizada por un ser humano en un planeta a pocas semanas de distancia, que parece tener incluso mejores condiciones de vida que en Origae-6. Obviamente, cuando llegan al planeta, es mucho más peligroso de lo que se imaginaban.
Lo bueno de Alien: Covenant
A la hora de resaltar los valores más positivos de la película, la banda sonora vuelve a estar en primera posición. Jed Kurzel toma el relevo de Marc Streitenfeld y compone una continuación de la banda sonora intensa y llena de emoción, manteniendo la base de Prometheus para las escenas de ciencia ficción pura, pero mejorándola en las escenas de tensión y acción.
En segundo lugar debemos recalcar, también por segunda vez consecutiva, la interpretación de Michael Fassbender. El actor logra una dualidad interpretativa pocas veces vista con tanta maestría delante de la cámara.
Sutiles toques de interpretación, permiten diferenciarlo en cada personaje que interpreta y lo hace notablemente diferente al resto de intérpretes. Cierto es también que disfruta del mejor papel de la trama, igual que sucediera en Prometheus, pero no por ello deja de ser sorprendente lo que este actor alemán es capaz de hacer.
En cuanto a la realización, hay que destacar la unión de terror y acción. Ni llega a ser Alien, el octavo pasajero, ni tampoco se acerca a la intensa Aliens, el regreso (1986). Sin embargo, consigue equilibrar ambas.
Como ya se nos ha contado con previsión, en esta película tenemos varios Aliens. Esto provoca en el argumento que, cuando hay ataques de uno o más Aliens, el género se vuelque completamente en la acción. Con el entorno selvático del nuevo planeta que descubren, es imposible no tener presente la película Depredador (1987) como referencia. En todo caso, hay que dejar claro que el peso de la trama se lo lleva el suspense y que la acción estña muy dosificada.
El terror no se consigue con tanta intensidad que en películas propias del género, pero sí es más visceral que Prometheus. La sangre no es escasa y tendremos múltiples alumbramientos de nuevos Aliens, saliendo explosivamente de cuerpos humanos.
También es positivamente valorable la unión lenta, pero constante, de la escenografía actual respecto a la propia de 1978. Las historias cada vez están más cercanas y esta vez vemos muchos más elementos comunes en la nave Covenant y la Nostromo, que lo que sucedía en la Prometheus.
Esto motiva que veamos las escenas de la nave con mucho más interés, imposible de evitar que nos recuerde lo acontecido con la tripulación de Ripley, en escenas que son bastante similares.
Lo mejorable de Alien: Covenant
Retomando el tema de la nave, hay que identificar un problema narrativo que sufren muchas precuelas. Frente a la innovación tecnológica de Prometheus, vemos una nave Covenan más acorde a los films de ciencia ficción tradicionales.
Pese a tener obviamente una tecnología superior, las escenas no nos muestran detalles que nos confirmen el desarrollo tecnológico los últimos 10 años que han sucedido en la trama. Es más, el compartimento estanco de la nave de Prometheus presenta generaciones de tecnología diferente con respecto a lo que vemos en Alien: Covenant, consiguiendo con ello un anacronismo que no nos deja indiferentes.
Las interpretaciones han mejorado considerablemente. Se nota la contratación de caras conocidas como Danny McBride, Demián Bichir o Amy Seimetz, que sin llegar al nivel hollywoodiense de Fassenber, añaden mayor calidad a los personajes. La lástima es que el trabajo sobre ellos no esté correctamente enfocado.
En Prometheus unas pocas escenas nos sirven para conocer la personalidad de cada uno de ellos e, incluso, una ligera evolución conforme transcurre la película. Esto no sucede en Alien: Covenant. Se intenta, pero no se logra.
También ha sido decepcionante de forma personal la representación del supuesto Paraíso, que no deja de ser un mejor vergel donde todo es salvaje y no hay rastro de una superioridad tecnológica evidente. Es más, hay una vinculación con la naturaleza casi de corte primitivo, que defraudará a los amantes de la ciencia ficción electrónica.
De hecho, la ciencia ficción como género, también se ha dejado de lado desde el punto de vista técnico. Aunque algunas cosas son evidentes, los análisis científicos realizados desde la Prometheus no se ven tan bien representados en Alien: Covenant.
Ejemplos lo vemos en la confianza con la que llegan al planeta sin trajes protectores, en las alternativas de aterrizajes que proponen para salvarse los unos a los otros o en los sistemas de transmisión entre distintas naves. Lo que en Prometheus (que como precuela llama la atención), disfruta de una tecnología considerablemente superior, en Alien: Covenant nos aparenta estar a décadas de distancia del desarrollo de esta tecnología. De nuevo, el anacronismo de las precuelas vuelve a ser un hándicap importante.
Alien de Covenant
Finalmente, debemos dar un espacio propio a Alien en esta crítica de Alien: Covenant. Ridley Scott ha logrado hacer lo mejor y lo peor de su gran creación, basada en los diseños de H. G. Giger.
En primer lugar, ha conseguido dotar de explicaciones científicas su desarrollo, identificándolo como un patógeno mutable del que pueden evolucionar distintas especies.
También ha creado neoformos que, sobre todo en dos escenas de la película, muestran una alternativa a Alien digna de desarrollar, de una creatividad insuperable y que se constituyen como lo más sorprendente del film.
Sin embargo, la nota negativa la pone la representación de las diferentes fases del Alien tradicional, desde un poco impactante facehugger, hasta unos últimos Alien guerreros, llenos de acción, pero muy poco terroríficos.
Hay que recordar que Alien, el octavo pasajero, presenta a un ser despiadado, pero considerablemente estratégico, para el que el sigilo y la interpretación eran sinónimo de caza a la presa.
En Alien: Covenant es pura acción, un guerrero más parecido a Aliens, el regreso, para el que algunas escenas son muy efectivas. Sin embargo, el tramo final de la película peca de repetición y de carácter más próximo a la serie B, precisamente lo que Alien, el octavo pasajero sí quería plasmar y no consiguió, pues se le consideró obra de culto.
El final de Alien: Covenant, refiriéndonos al final de la acción (que no de la trama), es lo que Ridley Scott querría haber hecho en 1979. Intentar algo similar en 2017 provoca cierta desazón, porque la espectacularidad de las escenas no sorprende como hacía 40 años y el efecto es notablemente inferior al espectador.
En todo caso, queda el último tramo del film referido a la trama, que será predecible para muchos, aunque no deja de ser por ello interesante. Con él se regresa a la ciencia ficción, más científica que fantasiosa, dejando ganas de más historias que unan a Weyland Corporation, los xenomorfos y los ingenieros.