Pude ver Money Monster no en el cine, sino en un paso ofrecido en el tren, de manera que las condiciones no eran las idóneas para prestar toda la atención que un film requeriría. Sin embargo, la película me pareció lo suficientemente entretenida como para dedicarle la hora y poco que dura.
Y creo que es el resumen perfecto para este film de Jodie Foster. Es suficientemente interesante como para prestarle un visionado, más no exijas mucho de ella. Y no es que el planteamiento sea malo.
Cuenta con bastantes buenas cartas como para haberse convertido en un taquillazo, pero el guión falla estrepitosamente al combinar realismo técnico con irrealidad práctica.
El monstruo del dinero
Con las buenas sensaciones que ya ofrece el hecho de que no hayan traducido el título del film Money Monster por Monstruo del Dinero, la película empieza mostrándonos lo suficiente el trasiego rutinario de la producción de un programa de televisión sobre cotizaciones bursátiles.
Tenemos personajes muy estereotipados como la directora del programa Patty (Julia Roberts) y el presentador (George Clooney). Así que no tenemos que esperar mucho para ver cómo un joven que conoceremos como Kyle (Jack O’Connell) irrumpe en el plató pistola en mano exigiendo saber por qué sus 60.000 dólares invertidos en una decisión motivada por el presentador a su público habían desaparecido.
La película, en este sentido, es muy realista. El joven que pierde el dinero transmite una gran humanidad con sus errores y decisiones desacertadas, aunque una motivación en el fondo lógica pese a lo radical de su planteamiento.
La trama hace suponer una conspiración empresarial que motivó la desaparición de 800 millones de dólares por parte de inversores. Aquí comienza el film a hacer aguas, cuando dicha conspiración no se exagera, sino que se limita a la decisión individual de un empresario codicioso.
Tal y como él mismo reconocerá “la realidad es más aburrida”. Considero que habría sido muchísimo más interesante un planteamiento (realmente no sabría si calificarlo de ciencia ficción) en el que la conspiración fuera global, de todo un holding empresarial y que afectase a todas las compañías que cotizan, no sólo a una sola.
Pero el film de Foster es realista en este sentido. ¿Entonces por qué presenta situaciones tan poco lógicas? Aquí me refiero sobre todo a la decisión policial en cada acción. No se dejan ver en plató, cuando está abierto y tiene muchos puntos de entrada desde los que sorprender al secuestrador.
Deciden que la mejor idea es disparar al presentador donde tiene el receptor, aún a riesgo de matarlo. ¿No debería ser el último recurso arriesgar la vida de la víctima?
En un momento de la película, secuestrador y rehén salen del plató y bajan ¡a la calle! Desde donde caminan a la sede de la empresa en una ciudad en la que todo parece estar en la misma manzana, por no hablar de la incoherencia de un secuestrador con una víctima que puede caminar sin tapujos.
Todo el potencial se habría aprovechado mejor con una idea conspiratoria, un recinto más complejo en acceso (como una cabina de radio, por ejemplo) y unas actuaciones más intensas, por ejemplo decidiendo un disparo al final de la película para intentar salvar a la víctima.
Pese a todo, Clooney y Roberts están acertados en unos papeles alejados de los típicos que interpretan normalmente, algo que se agradece. Son personajes poco amistosos, que generan mínima empatía por su codicia y espíritu de show business. No obstante, se dejan llevar acertadamente por la trama lo suficiente como que ésta siga rodando sin pausa.
La sensación final es la de haber disfrutado de una película entretenida, que cobra cierto interés en los primeros compases de la trama, en la que el espectador no conoce del todo lo que ha sucedido ni quién es el verdadero culpable, pero termina imponiéndose un realismo que resulta aburrido o, desde luego, menos espectacular. Potencial desaprovechado.