Vamos a comenzar la crítica de Warcraft: El Origen de forma muy directa, no he jugado nunca a Warcraft, no soy conocedor de su historia ni a través de los videojuegos ni de sus libros. Esto me ha permitido asistir a Warcraft: El Origen como mero espectador de un film de fantasía épica, por lo que es imposible que la crítica analice la comparativa con la creación original de Blizzard.
Aclarado este término, también me gustaría hacer hincapié en un factor de análisis de una película actual que sorprendentemente he visto en muchos otros medios no hacer la más mínima distinción y es el apartado gráfico. No es lo mismo una película realista con efectos especiales, que un film puramente de animación CGI. En este apartado, el realismo es utópico, porque las bases sobre las que se asientan personajes y escenarios ya sabe el espectador que no existen. A nadie se le ocurre pensar en Avatar y hablar de realismo gráfico, pero en cualquier film de superhéroes, donde la acción es un 75% o más de imágenes reales, la inclusión de efectos especiales por CGI debe estar aplicada de forma verídica o será un absoluto desastre.
UN ENTORNO DE FANTASÍA PERFECTAMENTE RECREADO
Dicho esto y comenzando ya por el apartado gráfico, Warcraft: El Origen brilla en cada una de sus escenas. Los personajes orco están tan perfectamente detallados en todos sus músculos y movimientos como si estuviéramos ante actores de esta fisonomía. Los gestos, los golpes y cualquier interacción con el entorno están perfectamente desarrollados. Es aquí donde el año y medio de post producción hace notar su calidad.
Las magias, apartado ya dominado en muchos anteriores títulos, toma un buen protagonismo en Warcraft: El Origen, con colores brillantes, movimientos estables y, de nuevo, una interacción en personajes y escenarios a prueba de cualquier defecto.
Menor puntuación puede otorgarse a grifos y lobos, si bien puede estar más referente la identificación animal, que impide verlos como elementos de fantasía y, por tanto, buscamos similitudes con sus respectivas especies reales, cuando no las puede haber. En todo caso, son mejorables pero encajan en un entorno de fantasía perfecto.
EL ORIGEN DE WARCRAFT
Duncan Jones nos propone una historia de fantasía épica con todas las connotaciones que podrían acompañar al típico film del género, tan abusado en los 80. A través de un portal mágico, seres de otro mundo entran en el de los humanos para conquistarlo. A partir de ese momento magos, guerreros, soldados, paladines y toda serie de mágicas criaturas se enfrentarán en una batalla por decidir el futuro del reino.
Sin embargo, nos ha sorprendido muchísimo que, en lugar de optar por la típica historia de magia y redención, se haya apostado por una trama adulta en la que ningún personaje está protegido de la muerte. El guión es implacable con muchos de los protagonistas, para sorpresa del espectador y regocijo del crítico. Además se engloba la trama en una historia de conflictos entre tribus de la Horda y entre los mismísimos magos, que tarda mucho en resolverse, de manera que el típico argumento predecible es obviado a favor de un entramado más complejo y adulto que podría incluso confundir a los espectadores más pequeños.
El guión, pese a todo, tiene sus fallos. Más bien trucos de argumento que permiten explicar la trama y, o bien desconocemos demasiado la historia de Warcraft, o realmente no se han esforzado por explicar hechos que podrían tener una respuesta más sencilla.
Por ejemplo, la protagonista Garona (Paula Patton) dice no ser ni mutante ni humana, dejando entrever que es un poco de ambas y que, por tanto, los humanos ya existían en el mundo de donde vienen los orcos, cuando desde el principio las dos especies parecen no conocerse. Ella misma asegura conocer el idioma sólo por los esclavos para el Melth que el mago Gula’an recolecta para abrir el portal.
Del mismo modo, asistimos a una batalla final algo incoherente. ¿Por qué al abrir un portal de paso al reino no se unen a la batalla legiones de paladines para reforzar a las tropas si teóricamente se quedaban 3 de refuerzo? O Jones confunde la estrategia militar o le ha valido como el mejor recurso de abandonar a los soldados en una desigual batalla sin esperanza, tal y como el protagonista, Anduin Lothar (Travis Fimmel), les explicaba.
Dejando de lado la trama del bebé orco (un gamberrete perfectamente creado con sus colmillitos), la casi apatía de la hermana de Lothar y a su vez reina o la carnaza que supone el hijo del protagonista como soldado novato, el resto del argumento se centra en la evolución del joven mago Khadgar (Ben Schnetzer) como sucesor del Guardián, que parece esconder una información mayor de la que expone al resto de aliados.
El único «fallo» argumental que se le puede achacar a Warcraft: El Origen por desaprovechar el potencial que plantea es la no participación de otras especies, no por inexistencia sino, pero todavía, por falta de alianza entre ellas, algo que no debería impedir que se les atacase o, como mínimo, se les representase con mayor notoriedad. Elfos, enanos y otras especies del reino casi desaparecen de esta película, cuando su participación podría haber sido casi prioritaria.
SUENAN LOS TAMBORES DE GUERRA Y GRIFOS SE ACERCAN EN EL HORIZONTE
El apartado más flojo de Warcraft: El Origen se lo lleva la banda sonora. En el género épico, la música no debe acompañar, sino ser el tambor de guerra con el que se mueven los personajes y escenarios. En esta película sin embargo pasa bastante desapercibida. Acompaña, pero no entusiasma, ni genera miedo, ni mueve a la acción. Un negativo para Ramin Djawadi en este apartado, que precisamente podría haber sido el más llamativo de todos. Bandas sonoras de otros films del género se han vendido por separado, demostrando con ello su magistral creación. Pocas ventas se auguran del Soundtrack original de Warcraft: El Origen.
Sin embargo, el montaje es magistral. Algunos planos rememoran el mejor estilo del séptimo arte clásico que, en conjunto con unas escenas de acción modernas, ofrecen una de las películas mejor compuestas de toda la historia del género épico.
CONCLUSIÓN DE BUEN AUGURIO
Como final, podemos concluir que Warcraft: El Origen es una de las mejores películas del año dentro del género de fantasía, épica y aventuras. Le falta una pizca de acción y un guión más trabajado, pero el carácter adulto de la trama ayuda a disfrutarla de principio a fin. Se le espera grandes continuaciones para una saga que podría ser de las más rentables del siglo. La catalogamos pues como IMPRESCINDIBLE para este verano.