El thriller policiaco tiene un Dios denominado David Fincher y su gran obra maestra es la mismísima Seven, protagonizada por Brad Pitt y Morgan Freeman. Pero el thriller es un género muy amplio, por lo que la apuesta de Fincher con Perdida (Gone Girl) es, cuanto menos, ambiciosa. De ella decimos de forma concluyente que David Fincher es maestro del thriller, lo que demuestra su gran capacidad de adaptación al género y, además, nos atrevemos a compararla con Seven, titánica batalla que ningún film ha conseguido ganar.
Para quien lo desconozca, Perdida es una versión adaptada de la novela del mismo nombre que Gillian Flynn escribió con gran éxito (ahora mucho más). Las dos tienen importantes diferencias, siendo la más destacada el final, que la propia autora ha reescrito a raíz del film, en el que ha trabajado como guionista.
La desaparición de Amy
En esta historia encontramos a una pareja (Nick y Amy) que celebra su aniversario de matrimonio. Justo esa mañana la mujer ha desaparecido y el marido encuentra signos de violencia en la casa, por lo que acude a la policía. A partir de este momento, la búsqueda de Amy, la posibilidad de que esté muerta y las sospechas sobre el marido serán los principales temas a desarrollar narrativamente.
Pero Fincher va mucho más allá, separando la película en tres grandes partes (dura algo más de 2 horas). En la primera parte vemos la versión del marido en el presente y la visión de la mujer en el pasado a través de su diario, en la segunda parte conoceremos detalles esclarecedores de toda la trama, al mismo tiempo que se complicará de nuevo en extremo y, en la tercera parte, asistiremos a una inquietante conclusión que nos removerá en el asiento por cada fotograma que pase ante nuestros ojos. Todos pensando en el final de Seven y en que Fincher es adicto a dejar en disyuntiva el alma del espectador.
El director no acaba aquí. La narración se compagina entre flashbacks y sucesos presentes sin previo aviso y la temática a enfocar varía entre cada una de las partes. Durante la primera parte la investigación policial y las relaciones de pareja serán protagonistas de cada toma. Hacia mitad de la película la crítica social y el equilibrio entre ley y justicia estarán en entredicho constantemente. Por último, aprovechando todo el metraje anterior, la presión mediática sobre los ciudadanos y teorías sobre el sentido del matrimonio se expondrán sin respuesta ante quienquiera continuar el debate tras los créditos de la película.
El ritmo entre las partes del film es rápido. David Fincher no gusta de escenas alargadas o vacíos incómodos. Cada toma tiene su significado. Para ello utiliza una escenografía y fotografía basada en los barrios suburbanos de Misouri poco menos que perfectas, con una paleta de azules y grises constante que motivan una sensación de tensión y abatimiento, que los propios protagonistas sienten ante la cámara.
Los mejores papeles de sus vidas
En el plano interpretativo Ben Affleck convence en el papel de chico de pueblo sin demasiadas luces, noble pero tan guiado por sus instintos que se vuelve imprevisible y, como mínimo, sospechoso de cualquier acción que haga.
Rosamund Pike sencillamente ha bordado el mejor papel de su vida. Su transformación durante la película es sorprendente y, pese a que en muchos casos la imagen de mujer frívola sin apenas capacidad de transmitir sentimientos siga presente como en otros films que ha protagonizado, en Perdida nos enseña que es una actriz con muchos más recursos, capaz de hazañas de transformación increíbles y con un amplio repertorio de aptitudes de las que seremos testigos durante el desarrollo de la trama.
El resto de personajes son todos ellos secundarios, aunque de una gran variedad y con ciertas escenas protagónicas que aportan frescura al conjunto. Si acaso criticamos algunos estereotipos, necesarios no obstante para el transcurso de la narración en base a lo que se está buscando.
Comentamos al principio que Perdida demostraba la maestría de David Fincher en el género del thriller y así podemos concluir tras dos horas en las que el espectador se quedará boquiabierto en según qué situaciones y considerará imprevisible los muchos giros de guión mostrados sucesivamente.
La comparación con Seven puede realizarse en dos aspectos, el papel de los policías y la investigación de escenarios. Respecto a los primeros, los agentes de la ley han sido estereotipados, a excepción de la detective Rhonda (Kim Dickens), una profesional más humana y al mismo tiempo más eficiente en su trabajo. No adquieren la personalidad que Pitt y Freeman nos transmitieron en Seven.
Por otra parte, la investigación de escenarios es exhaustiva y tiene mucho toque de Fincher en la identificación de pruebas, resolución de conclusiones e interrogatorios. Es brillante, pero no espeluznante como sí lo es en Seven.
Por tanto, Perdida no es un mejor thriller policiaco que Seven, eterno predominante en este aspecto, pero ¿es mejor thriller? Todo depende de cómo asimile el espectador cada historia. Ciertamente Perdida es mucho más realista y, quizás por ello, más terrorífica que un asesino en serie cuya probabilidad de aparecer en el vecindario es remota. Sin embargo, ¿cuántos matrimonios sufren alguna tensión en algún momento de sus vidas? ¿Acaso alguno no tiene esa sensación, aunque sea con diferentes grados? ¿Y cuántos de ellos son una bomba de relojería capaz de estallar en un momento u otro arrasando con todo lo que tienen alrededor?
Si estuviéramos ante una clase académica, Perdida sería el mejor ensayo sobre matrimonio jamás escrito y, concretamente, sobre sus riesgos más importantes y terribles. Pero lo que nos ocupa es un film dentro del género thriller. Y si bien decir que es perfecto es demasiado, se acerca muchísimo.