Así en la Tierra como en el Infierno propone una aventura de terror en las catacumbas de París con el género «cámara en mano» o «found footage», si puede aplicarse aunque no sea de forma literal.
La historia de Así en la Tierra como en el Infierno tiene un par de bazas importantes y es que, al contrario que muchas obras del género, cuenta con un gran presupuesto que permite unos efectos especiales tan realistas como sorprendentes. Por otra parte, no es terror puro, sino que está mezclado con fantasía y aventura, respecto a la búsqueda de la piedra filosofal, la resolución de jeroglíficos, la revelación de secretos de la alquimia, etc.
No obstante, el objetivo final de Así en la Tierra como en el Infierno es dar miedo y sustos, aunque éstos serán mínimos y bastante bien orquestados. El problema es que el género ha sido tan sobreexplotado que es difícil innovar en la técnica. Pese a todo, el film de John Erick Dowdle cumple con creces.
Así en la Tierra como en el Infierno no funcionó demasiado bien en taquilla. Esto se debió principalmente a lo manido del género. Las películas de terror grabadas cámara en mano parecen supeditadas a las entregas consecutivas de Paranormal Activity y el resto de pretendientes se han forzado en asemejarse a esta máquina de hacer dinero. Sin embargo la película que nos ocupa estas líneas se aleja sobremanera de este planteamiento.
Todo comienza con una aventura muy al estilo Indiana Jones, con la protagonista, Scarlett (Perdita Weeks) adentrándose en Irán para investigar en unas cuevas prohibidas la pista de lo que ella está segura que pertenece al secreto de la piedra filosofal, capaz de darte la vida eterna, de transformar las cosas en oro, etc.
Ya desde el primer momento descubrimos que esta búsqueda se inició por parte de su padre, a quien catalogaron como loco, si bien ella cree que hay mucho más allá de esa supuesta demencia.
Tras un par de hallazgos, Scarlett se mueve de Irán a París y allí, junto con un par de ayudantes (el cámara y el traductor, viejo amigo conocido y desconfiado), contratan a un grupo e guías locales.
Aquí vemos un pero en el montaje y es la precipitación de la narración. Las pistas son encontradas enseguida, los guías contactados sin problemas y, pese a una breve introducción de todos ellos a escasos minutos de iniciar la expedición, más metraje sobre el acuerdo de la búsqueda del tesoro y el propio misterio de estos conocedores de las catacumbas de París, habría mejorado la sensación de un film completo.
Una vez dentro de las catacumbas tenemos tres componentes bien equilibrados: terror sobrenatural, terror natural y aventura. Esta última está presentada en forma de acertijos, pasadizos secretos y paseos entre estancias, que incluyen tesoros, trampas, puertas invisibles y pistas cifradas. Es uno de los mejores elementos de la película y añade creatividad al conjunto.
Como todo film enmarcado en espacios pequeños, la claustrofobia, la oscuridad y la falta de recursos es una constante que Así en la Tierra como en el Infierno explota moderadamente pero de forma notable. Tendremos, por descontado, a personajes aprisionados entre diminutos huecos de roca, escaladas imposibles con riesgo de caer y derrumbamientos implacables.
Por último, el elemento que menos funciona pero que se presenta como igualmente necesario es el de terror sobrenatural. En este caso tenemos alucinaciones propias de los mejores poltersgeist como pianos en medio de las catacumbas, teléfonos que suenan y apariciones de fantasmas. La cosa se vuelve violenta cuando otros personajes, tanto humanos que llevan años allí encerrados como seres infernales que les atacarán sin piedad.
Además de que el terror es mínimo en este aspecto, la unión con la fantasía nos ofrece una historia entretenida de ataque y defensa (gracias a los poderes curativos de la piedra filosofal), pero demasiado increíble como para ser tomada en serio. Mundos invertidos, seres que aparecen y desaparecen, coches que son absorbidos en el espacio… La lista es numerosa y siempre sobrepasa los límites de lo lógico, restando realismo al conjunto, aunque son momentos bastante espectaculares.
Como comentamos al principio, Así en la Tierra como en el Infierno tiene un holgado presupuesto, esto ha permitido un retrato fidedigno de las catacumbas de París, aunque el metraje mostrado no es excesivamente cuantioso. La cantidad de personajes protagonistas, secundarios y extras es mucho más numeroso de lo que estamos acostumbrados en el género y, sobre todo, los efectos especiales son perfectos, sin ninguna pega en ningún fotograma. Todo rebosa realismo por muy fantasioso que sea lo que se está mostrando.
En la interpretación destacamos a Perdita Weeks como la mejor artífice de Lara Croft actual y sin pistolas, escudada por un elenco correcto aunque no sobresaliente. La narración tampoco ayuda, todo hay que decirlo. La historia carece de profundidad y eso que su potencial es casi infinito. Acusamos también la atropellada sucesión de conflictos ya apuntados anteriormente cuando se conoce al grupo de guías. Muchas subtramas son mostradas rápidamente, como si no quisieran hacer demasiado ruido ni tomar excesivo protagonismo. Y, por otro lado, tenemos incógnitas no del todo resueltas, algo que de todas formas es típico en el género.
Así en la Tierra como en el Infierno es entretenida y gustará a diferente tipo de público, desde los que busquen aventura hasta los fans del terror. A ninguno saciará por completo, pero el conjunto, más teniendo en cuenta la decadencia del género, es de notable alto.