Hay 3 maneras de afrontar la película El Amanecer del Planeta de los Simios. Una es como secuela de El Origen del Planeta de los Simios, film de 2011, con Rupert Wyatt en la dirección. La segunda manera es como el remake de La batalla por el planeta de los simios de 1973, con la que guarda muchas similitudes narrativas. Pero existe una tercera forma, la de ver El Amanecer del Planeta de los Simios como una película única de ciencia ficción, sin prejuicios por una historia anterior ni por clásicos del siglo XX en los que se basa.
Al fin y al cabo es inútil cuestionar si segundas partes son o no buenas, cuando tenemos sobradas pruebas de que sí lo pueden ser, en una época plagada de sagas y cuando este tópico realmente se debe a las secuelas de los 80 y 90, auténticos monstruos de serie B vendidos en taquilla como falsos blockbusters.
Centrándonos en El Amanecer del Planeta de los Simios, tenemos que asegurar que el film es entretenido pese a no basarse en un argumento demasiado original. Los humanos casi han desaparecido tras una pandemia y otra especie resurge como dominante. En este caso son los simios que, gracias a la genética modificada en la primera parte, han conseguido desarrollar su inteligencia. Por supuesto, un grupo de humanos se topará con ellos y ambas especies recelarán de sus intenciones, mientras unos pocos (César, sus leales seguidores y algunos humanos influyentes) intentarán el difícil y delicado camino de la paz mediante una frágil confianza mutua.
Debemos caer en la cuenta de que este argumento lo hemos visto mil y una veces en historias de vaqueros e indios, así como en ficciones donde una especie está por encima de otra y siempre se busca la convivencia. Excepto con los xenomorfos, obviamente. Con ellos no se puede dialogar.
De El Amanecer del Planeta de los Simios podemos esperar esta lógica continuista, pero nos ha sorprendido la incoherencia de otras partes narrativas. Por ejemplo, si los humanos llevaban 2 años sin dar señales de vida según confiesan los simios al principio de la película, ¿cómo es que vivían al lado ambas especies? Del mismo modo, cuando se recupera momentáneamente energía eléctrica, se descubre una gasolinera que funciona, con sus luces y su música. No la veían porque estaba todo cubierto de vegetación, incluso por árboles de metros de altitud. No hemos consultado a ningún experto en botánica pero ciertamente el avance de la vegetación en esos 10 años parece más bien un truco de Matt Reeves (el director) para mostrar un mundo apocalíptico, pero con los mismos personajes protagonistas.
En este sentido, si bien podemos dar por correctas las interpretaciones de Jason Clarke, Keri Russell o Gary Oldman, este último algo mejor que los anteriores, son los simios los que verdaderamente sorprenden al espectador. La digitalización se nota algo forzada cuando aparecen otros animales como ciervos y osos al principio del metraje, pero conforme avanza éste, el espectador asume con mayor credibilidad a los simios, hasta considerarlos una parte más dentro de la interpretación.
Buena culpa de esto la tienen Jason Clarke y Toby Kebbell en los papeles de César y Koba, que saben compaginar los instintos y movimientos primitivos de los simios con rasgos propios de los humanos. Es algo que jamás se había visto antes con tal perfección delante de la cámara.
El Amanecer del Planeta de los Simios se convierte así en un film de ciencia ficción con una sólida base filosófica, como las buenas obras del género, pero se ve aquejada de una falta de impacto. El film es entretenido, prácticamente para todos los públicos y casi podemos asegurar que nadie dirá que no le ha gustado. Sin embargo, aseguramos del mismo modo que nadie dirá que es su película favorita. Le falta ímpetu, le falta el valor que sí demuestra César en la cinta, echamos en falta más tragedia para convertirlo en un producto épico, debería tener mayor crueldad si quiere ser una apoteosis de la ficción ética. Pero esto no son los 70, sino el siglo XXI donde todo es impactante a nivel visual, pero el trasfondo no consigue superar algo que personas disfrazadas de monos en 1973 sí lograron: Quedar para la eternidad.
La digitalizacion de los simios es buena pero no apoirta nada nuevo.. argumento muy pobre.. lo de hombre blanco cura mona enferma se ve venir desde los creditos… y los caballos que pintan en esta peli?
Ah! Unos monos que se deslizan por las ramas o escalen edificios como quien hace footing x el parque… que hayan puesto una escalera para subir al «arbol casa» de cesar es demencialmente comico.