Hace 15 años, en 1999, se estrenaba en cines una película un tanto extraña y confusa llamada El Proyecto de la Bruja de Blair. Estaba rodada como un documental y los medios de comunicación escritos poco aclaraban sobre cuáles eran sus verdaderas intenciones.
Internet, incipiente en aquél entonces, mostraba de forma realista lo sucedido en Burkittsville (Maryland) y aseguraba que las cintas presentadas en la gran pantalla eran grabaciones reales de la desaparición de unos jóvenes. Nacía así el «found footage» (género de cintas encontradas).
Obviamente, todo lo mostrado en El Proyecto de la Bruja de Blair es tan ficticio como la trilogía de Matrix, sólo que se ofrece al espectador como algo real. Por si alguien no lo sabe todavía, este film es, supuestamente, el legado de 3 jóvenes estudiantes que se adentraron en los bosques de Burkittsville para documentar la verdad detrás de algunos rumores sobre brujas y fenómenos paranormales. Lo que parece una excursión al campo se va complicando hasta límites insospechados y el terror de que algo les rodea de verdad cada vez cala más profundo en la personalidad de los protagonistas.
El Proyecto de la Bruja de Blair consiguió 286 millones de dólares de recaudación. Su rentabilidad fue de 10 millones por cada 1.000 dólares invertidos. Único en la historia. Por si fuera poco inició la promoción de films a través de la Red, fue la precursora de un género hoy en día saturado de títulos y cosechó premios tanto en festivales independientes como de gran calado internacional.
Hay varias curiosidades sobre la película. La más conocida es que el terror de los protagonistas es real, dado que no se les explicó detalladamente su labor. Iniciaron unas grabaciones en la ciudad completamente normales y bien representadas, pero una vez en el bosque, los dos directores, Eduardo Sánchez y Daniel Myrick, improvisaban sobre el terreno, escribían notas una y otra vez y ofrecían con cuentagotas las labores de los actores.
Por las noches, se le asustaba a los actores, que llegaron a llorar de miedo y al día siguiente el mal dormir y los problemas racionales se reflejaban en sus rostros. Heather Donahue, Joshua Leonard y Michael C. Williams utilizaron sus nombres reales tanto el grabación como en los créditos. La falta de proyectos posteriores avivó el rumor de que todo lo grabado fue real y de que los estudiantes verdaderamente han desaparecido.
Los únicos empeñados en no dejarse llevar por la marea del rumor fueron los habitantes de Burkittsville, que denunciaron por activa y por pasiva la mala situación en la que se dejaba a la localidad. El nuevo siglo, sin embargo, les ha mostrado un camino mucho más positivo: el de la rentabilidad de un film que ya tiene 15 años a sus espaldas.
Ni las secuelas, ni los videojuegos, ni siquiera el resto de «proyectos» enmarcados en este género han conseguido aproximarse a lo mostrado en El Proyecto de la Bruja de Blair. Sólo una saga ha sabido alcanzar cierta rentabilidad basada en este género, aunque cambiando drásticamente su desarrollo. Su nombre, Paranormal Activity. Quizás dentro de 15 años sigamos hablando de ella.
Imágenes: El Proyecto de la Bruja de Blair en Facebook