El árbol sin sombra es el 2º largometraje del director español Xavier Miralles, quien ya debutó con el slasher OCHO. En aquél entonces, su obra la analizamos como film amateur, dados los escasos recursos económicos. Sin embargo ahora regresa con un poco más de presupuesto (aunque todavía sigue sin ser para tirar cohetes) y, por tanto, realizaremos la crítica exigiendo el máximo, como es propio del cine profesional a todos los niveles.
El film que propone Miralles se enmarca en los años 90, a final de curso entre el Instituto y la Universidad para un grupo de amigos que se dispone a disfrutar de una noche de acampada en un lago cercano. Del grupo destaca la relación entre Tina e Ingrid, pues la primera teme que su amistad se deteriore con el cambio que van a sufrir al iniciar un nuevo curso separadas.
Aprovechando una atmósfera de nostalgia e infancia perdida, Miralles presenta un survival psicológico gracias a la figura de unos desconocidos, unos parias psicópatas en realidad, que se proponen destruir en la mente de los chavales valores como la amistad y el sacrificio.
Lo llamamos survival psicológico, porque presenta una base propia del survival horror, con unos semi indefensos adolescentes llevados al límite y, también, thriller psicológico, dada la propuesta intimista que Miralles, también guionista junto a Cati Moyà, nos propone.
La «dinamitación mental» es constante, haciendo que el espectador sea co-partícipe de planteamientos como ¿tengo pareja porque lo dicta la sociedad?, ¿son mis amigos fieles hasta dar la vida por mí?, ¿se nace paria social o se hace?
El árbol sin sombra es un film muy sentimental, rozando el drama, con lentitud de planos y escenas, aunque la acción, cuando se presenta, se desarrolla rápida y eficientemente. De nuevo el realizador demuestra que, a poco que le dejen, se mueve como pez en el agua entre el terror y la acción. No falta gore (aunque limitado), ni efecto «revenge», también frenado por el guión, pero sobre todo tiene personalidad.
El montaje, la fotografía y la puesta en escena de los cálidos años 90 son perfectos. La interpretación es destacable en Mima Riera (Ingrid), cuyo personaje es el que más evoluciona y Albert García Montes, que nos ha gustado mucho en su papel de chico atractivo, al que le han dado un pequeño, pero muy interesante, giro narrativo. No obstante, nos decantamos por los psicópatas, destacando Rafaela Rivas, por reflejar una personalidad y acciones que podrían equipararse a los legendarios seres de Camino Sangriento, lo que ya es un logro.
En definitiva, Xavier Miralles sigue mejorando, gracias a la experiencia y a mejores recursos y, a su vez, por saber transmitir un enfoque muy personal a sus films de terror, hasta obligarnos a acuñar géneros tan poco conocidos como el survival psicológico. No dudamos que, con mayor presupuesto y una mejora en la interpretación de las víctimas, podría convertirse en un peso pesado del terror. Aún así, El árbol sin sombra supera con creces a muchos survivals de medio pelo, lo que lo convierte en un notable debut en la Primera División cinematográfica.
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