El pasado 5 de septiembre de 2013 se emitió en la cadena La Sexta el primer episodio de Encarcelados, una serie de reportajes sobre cárceles en las que se encuentran presos españoles, para mostrar la situación crítica de cada penitenciaria.
Es muy curioso constatar que la película de Mel Gibson, Vacaciones en el Infierno, realmente es muy fiel al retrato que el reportaje real presenta de las cárceles en algunas regiones de Sudamérica. Aconsejo el visionado de ambas producciones para hacer esta equiparación, desgraciadamente muy fiel entre la ficción y la realidad.
Por supuesto, Gibson en una cárcel mexicana (el reportaje es sobre una cárcel boliviana) se maneja a la perfección. El tío ha robado unos cuantos millones de dólares, pero en una sufrida persecución policial termina atravesando la frontera con México y, al incautar el dinero robado, los policías lo conducen a una prisión denominada El Pueblito.
Como dice el alcaide, “a pueblo pequeño, Infierno grande”. Efectivamente, El Pueblito se gana el refrán a pulso. Nada que ver con otro tipo de prisiones. Se trata de un recinto donde los guardias sólo están para evitar que nadie escape.
Una familia de mafiosos controla el lugar. Hay casas y escondrijos por los que se debe pagar un alquiler. El dinero se puede conseguir con trabajos, tráfico de drogas, robando o asesinando. Hay incluso mujeres, ya sea para ganarse unos cuantos billetes o porque viven allí acompañando a su marido preso, junto con sus hijos. Es impresionante.
El protagonista hace amistad con un pequeño ladronzuelo que vive acompañando a su madre y que tiene una extraña vinculación con el jefe de El Pueblito. Gibson tendrá que lidiar con todos los maleantes de la prisión, escalar en el poder social instaurado, escapar, recuperar su dinero y exiliarse a una isla paradisíaca. Y de paso si se fuma unos cigarrillos y toma alguna que otra cerveza, mejor.
En una frase de la película, Mel Gibson resume su impresión sobre el lugar. “Es como unas vacaciones en un hostal barato”. Efectivamente, en menos de 24 horas se las monta para conseguir un lugar donde dormir, dinero efectivo y llamar la atención de mujeres y capos del lugar. Demuestra un talento para el engaño, la confusión y el robo como ningún otro preso, lo que le da una carta de supervivencia muy importante.
El film está dirigido por Adrian Grunberg, quien debuta como director principal (anteriormente trabajó en varias producciones como asistente del director, entre ellos del propio Mel Gibson en Apocalypto). El resultado es bastante bueno. Una narración a veces con pausas y monólogos del propio protagonista, algo creativo y efectivo a partes iguales.
La imagen aparece sucia y quemada, como lo es todo en este tipo de prisiones. Y las escenas de acción no escatiman en sangre y violencia, con verdaderos espectáculos en cuestión de tiroteos y explosiones.
La trama general es aceptable, podría haberse exprimido más y complicado a otro nivel (véase Prison Break como claro ejemplo de alargamiento excesivo de una serie sobre prisiones), pero la historia termina siendo digerible y no demasiado dura para tratarse de un entorno carcelario con drama familiar incluido.
Vacaciones en el Infierno promete acción, mucha acción. Y cumple moderadamente. Nunca llega a límites fantasiosos, pero la escalada de violencia es gradual y lógica, hasta llegar a una batalla campal hacia el final muy entretenida.
Sin duda, lo que más llama la atención es la fidelidad de la representación de una cárcel de este tipo, algo que ya de por sí es recomendable ver para la conciencia de unos, el asombro de otros y el conocimiento de todos.
Valoración: 7,5/10
Lo mejor: La adaptación de la prisión El Pueblito es muy realista e impactante. Las escenas de acción son de alto nivel.
Lo peor: Una trama bastante sencilla termina creando un film notable, pero sin nada que destacar a excepción del propio entorno donde se produce la acción.