Posesión Infernal es un remake de la película original del mismo nombre que se estrenó en 1981, con moderado éxito de taquilla pero una avalancha de fans que la convirtieron así en obra de culto, junto a su protagonista, Bruce Campbell.
La nueva versión nos ofrece una visión de la historia renovada, con todas las ventajas de las nuevas tecnologías y el estilo actual de tender al realismo. El resultado es abrumador, demostrando Fede Alvarez que los remakes no tienen que ser simples copias actualizadas de títulos anteriores, sino una oportunidad única para mejorar (si se puede) a las obras originales.
La historia nos muestra a 5 amigos y un colega canino que llegan a una cabaña para desintoxicar a una de los integrantes. La chica, sin embargo, huele algo raro. Lo que en un principio parece ser “el mono” de la exdrogadicta, resulta ser en realidad todo un ritual anti demoníaco, con gatos muertos, toda clase de herramientas exorcizadoras (escopeta incluida) y un libro envuelto con alambre. Al abrir el libro, los jóvenes no saben que han iniciado el acto de posesión que los condenará a todos ellos.
Como es tendencia hoy en día, presume de un realismo inusitado, con estupendas bases creíbles para casi todo lo que acontece, incluso lo fantástico, llegando a escudarse en la posibilidad de una infección vírica para explicar lo sucedido.
Si la narración de Posesión Infernal es de base probable, la escenografía lo es más todavía. Sin un abuso del CGI , unos efectos especiales sorprendentemente reales hacen aparición, junto a un maquillaje que debería triunfar en todos los Festivales del mundo. Desde la posesión inicial hasta los continuados ataques, todos son creíbles (dentro del contexto) y de gran impacto visual. En una palabra, alucinantes.
No obstante, el film es un remake, por lo que la originalidad de la historia es reducida, así como muchos planos son muy similares a la primera película (auténticos homenajes a la obra de Sam Raimi).
La percepción general no mejora si el realismo imperante no viene acompañado de tensión empática. Los personajes no están presentados con suficiente humanidad, por lo que no nos es tan desagradable que les sucedan cosas horribles. Por otro lado, algunos miembros del grupo son “demasiado resistentes”, para poder durar toda la película en plena pelea. Algo irreal e innecesario, pues con reducir los impactos vitales se habría conseguido el efecto totalmente contrario, sin menoscabar el realismo del film.
El último toque negativo de atención se lo damos al ritmo de la película, con demasiados espacios de descanso en la narración, entre un ataque y otro. Algo que no sólo es ilógico según la historia transcurre, sino que además reduce la adrenalina generada al ver la acción, obligando de nuevo a subir el ritmo de forma ascendente para llegar a un nuevo clímax. Con apenas 90 minutos de metraje, se convierte en un recurso contraproducente.
Dos cosas nos motivan, no obstante, a subirle puntos a nuestra valoración. La primera la revolución que supone Posesión Infernal para el género “gore”. Las películas de este género o subgénero del terror, se caracterizan por un uso abusivo de sangre, vísceras y violencia intempestiva, destacando los desmembramientos, cortes profundos en el cuerpo e incluso mordeduras de crueldad insospechada. Posesión Infernal utiliza todos estos recursos, pero los sube de nivel. El realismo de sus efectos visuales provoca un efecto similar, con una abundancia de sangre que ningún espectador podrá imaginarse, totalmente escandalosa, pero sin llegar a ser desagradable del todo, con cierta elegancia de hecho, al ser conscientes de que estamos ante una película y de que lo que estamos viendo es tan impactante precisamente porque así se ha querido. El detalle conseguido con la digitalización de algunos planos, una imagen limpia como pocos films de terror pueden mostrar y un afán por mostrar hasta el más mínimo detalle, nos lleva a quitarnos el sombrero ante una producción que tachamos de impecable.
Por último, ni de lejos por ello menos importante, Posesión Infernal o más bien Fede Álvarez, se arrima al grupo de directores de remakes que adaptan la obra original y le añaden su estilo personal con el fin de intentar superar al título materno. ¿Lo consigue! ¡Por supuesto! Todo con un sencillo truco, cambiar el final.
Incluso sin conocer la obra de 1981, los últimos 20 minutos de Posesión Infernal son una absoluta obra maestra. Toda una orgía de sangre, desmembramientos y tensión, que supera todo el metraje anterior de un plumazo, con una escena final que quedará grabada en las retinas de todos los espectadores.
El enfrentamiento humano-demonio de estos últimos minutos es épico. Nos hace plantearnos qué puede llegar a conseguir este director con un guión original 100%, pues todo lo que veremos será nuevo y atemporal al mismo tiempo. Ni lo habremos visto antes, ni nos cansaremos de verlo en el futuro, pues no sólo es aterrador y bestial a un tiempo, sino realista como ninguna otra escena de la película (y eso que estamos todo el rato alabando la veracidad de las escenas). Nos hemos quedado, tan asombrados, que si el guión no proviniese de un remake ni contara con alguna flojeza en la tensión narrativa, estaríamos ante la película perfecta de terror. De hecho, si el final fuera un cortometraje, hoy por hoy, sería inmejorable.
Valoración: 8,5/10
Lo mejor: El final es épico, mientras que el resto del metraje es una adaptación notable de la original y supera a la mayoría de films de terror actuales.
Lo peor: La tensión narrativa es demasiado ondulante con lo poco que dura el film y los personajes están muy deshumanizados.
Alternativas: Posesión Infernal (1981) es de obligada revisión para los amantes del terror clásico. Las colinas tienen ojos es otro remake que iguala (si no supera) a su homónima.
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