Como sabéis, la terrorífica película «The Possession (El Origen del Mal)» que nos trae el director Ole Bornedal, está basada en hechos reales. Esta es la historia que se escribió en The Times en 2004 sobre la que se ha basado la película. Os advertimos que su lectura puede crear miedo y ansiedad. Gracias a DeAplaneta por facilitárnosla.

25 de julio de 2004.
Leslie Gornstein. Enviada especial de The Times

Un pequeño baúl de madera salió a subasta en eBay. Contenía dos mechones de pelo, una losa de granito, un capullo de rosa seco, una copa, dos monedas, una vela y, teóricamente, también albergaba en su interior a un ‘dibbuk’, un espíritu muy conocido en el folclore yiddish.

Según la descripción del vendedor, Iosif Nietzke, un universitario de Missouri, se trataba de “una vinoteca judía poseída” que había martirizado a varios ex propietarios con terribles rachas de mala suerte y una sucesión de extraños fenómenos paranormales.

“Desde que lo tengo he sufrido un tsunami de ‘mala suerte’”, comentaba el vendedor en eBay durante la primera semana de febrero. “Lo más preocupante fue que el martes pasado se me empezó a caer el pelo. Tengo veintipocos años y estoy muy sano, ¡si acabo de hacerme análisis de sangre!”.

A los pocos días, la puja inicial de un dólar había llegado a los 50 dólares, y el valor de la caja llegó a cuadruplicarse en muy poco tiempo. El 9 de febrero la caja fue adquirida por 280 dólares por Jason Haxton, director de un museo universitario.

En los meses posteriores a la venta, el runrún sobre la caja de madera ha crecido como la espuma. The Forward, un periódico judío que lleva publicándose 107 años para la costa este de EE.UU., informó sobre la venta de la caja e hizo referencia a los supuestos poderes sobrenaturales de la misma. Desde entonces, la página de subastas de eBay ha recibido más de 140.000 visitas.

Al menos cinco escritores, un guionista y un equipo de documentales se han puesto en contacto con Haxton para ver la caja. Al vendedor de 46 años, padre de dos hijos y residente en Missouri, le llueven las ofertas de rabinos, judíos ortodoxos e intelectuales hebreos ansiosos por resolver el misterio de la caja.

Haxton ha tenido que borrar su número del listín telefónico, ha cambiado de dirección de email y se ha visto obligado a crear una página web, www.dibbukbox.com, para responder a todas las preguntas que recibe. Accedió a que le entrevistáramos con la condición de que incluyéramos un mensaje para los fans: Por favor, dejadle en paz.

El extraño caso del espíritu de la caja amenaza con convertirse en una leyenda urbana del calibre del autoestopista fantasma, la chica de la curva, las ratas fritas o el tráfico de órganos. En Chicago, los seguidores de los Bulls han aparcado el tema de los topes salariales para postear teorías sobre el contenido de la caja. Los foros normalmente dedicados a hablar de coches o a revender entradas bullen con debates sobre la caja. En Long Island, un grupo de cazafantasmas muy entregados ha creado un grupo en el chat de Yahoo donde se habla exclusivamente sobre la caja.

Pero la cosa no queda ahí. Los internautas se ponen en contacto con Haxton a través de su página web alegando haber sufrido extraños dolores de cabeza, pesadillas y demás dolencias. “Una persona me rogó que eliminase todas las imágenes de la caja de Internet porque éstas actuaban como portal electrónico y permitían que el espíritu accediera a todos los ordenadores que visitaban la página”, comenta. (Por cierto, ¿ya la habéis visitado, verdad?).

En la mayoría de los casos, las historias sobre los dybbuks (en su grafía más extendida) suelen suscitar escepticismo e incredulidad. Por ejemplo, un tejano dijo hace poco en el foro, “Estoy por poner mi Game Cube poseída en eBay”. Sin embargo, sigue aumentando el número de personas fascinadas por el misterioso contenido de la cajita de madera.

Según los expertos, se debe a la mezcla explosiva de tendencias características del nuevo milenio, véase el boom de blogosfera; el creciente interés por el misticismo judío, especialmente por la cábala; y la generalización de la banda ancha, que nos permite descargarnos fácilmente fotos de cualquier lugar.

Los dybbuks
Los dybbuks han formado parte del folclore yiddish desde los inicios del movimiento místico del judaísmo en la segunda mitad del siglo XVI. La palabra dybbuk significa “una adhesión o una incisión en algo” y el dybbuk es el espíritu de una persona que, en lugar de pasar al otro mundo, se queda en el nuestro y es capaz de poseer a otras criaturas.

“Es un tema algo excéntrico”, comenta el rabino Eli Schochet, que imparte pensamiento rabínico en la Academia de Religión Judía de Los Ángeles donde se forman rabinos y jazanes. “No me atrevería a decir que es imposible porque tenemos precedentes de sucesos similares en otras religiones, incluida la mía”.

Historias reales
En la ficha del objeto en eBay (a la que todavía se puede acceder desde la web de Haxton) se recogen dos experiencias supuestamente relatadas por propietarios anteriores. Ambas están redactadas en primera persona y se han incluido una detrás de otra en la zona reservada para la descripción del producto.

Según la web, la historia se remonta a otoño de 2001, cuando un coleccionista de antigüedades y pequeño empresario de Oregón llamado Kevin Mannis acudió a un mercadillo que habían montado sus vecinos y se topó con la caja, un pequeño baúl con dos placas metálicas en forma de racimo de uvas. (Mannis relató posteriormente en una entrevista con The Times que compró la caja en el año 2000 pero tras la mala suerte que le acompañó durante el primer año decidió ocultar este hecho para no ahuyentar a compradores potenciales.)

Mannis comenta que según la organizadora del mercadillo, la caja había pertenecido a su abuela, una anciana de 103 años quien la había apodado la “caja del dybbuk” y advertía a sus hijos que no la abrieran nunca.

Mannis hizo oídos sordos y compró la caja. Media hora después de dejarla en el sótano de su tienda de antigüedades empezaron sucederse los hechos. Mannis cuenta que cuando salió a hacer unos recados una fuerza misteriosa destrozó la tienda, dejando tras de sí una hilera de insultos, bombillas estalladas y un dependiente atemorizado.

“Me puse a investigar cuando volví a la tienda”, cuenta Mannis desde su casa en Oregón. “Recuerdo haberme dirigido hacia la parte de atrás y haber sentido algo como un golpe de aroma, no se me ocurre otra manera de describirlo. Olía a jazmín. En una parte de la tienda no olía a nada, pero dabas unos pasos, y era como si te envolviese el olor de nuevo”.

Poco después de regalarle la caja a su madre, ésta tuvo un infarto e incluso quedó muda temporalmente. Mannis no ha vuelto a hablar de la caja con ella desde que le garabateó un lacónico mensaje: “Asco de regalo”. El FBI le hizo una redada en la tienda. Aunque acabaron devolviéndole todo el equipo electrónico que se llevaron, nunca le explicaron a qué se debió la redada. Por si fuera poco, también perdió la licencia de la tienda y fue víctima de un robo de identidad.

“No digo que todo haya sido culpa de la caja”, comenta Mannis, “pero cuando pienso en todo lo que me ha pasado, me parece mucha casualidad”.

La ‘maldición’ cambia de manos
En junio de 2003 Mannis se hartó de la caja y la subió a eBay. Nietzke ganó la subasta con una puja de 140 dólares y se convirtió en el nuevo propietario de todo el contenido, incluido el supuesto ocupa ectoplásmico. (Hemos intentado ponernos en contacto con Nietzke en repetidas ocasiones sin éxito.)

Nietzke también relata sus supuestas experiencias en la ficha del producto en eBay: olores extraños en casa, una infestación de insectos, dispositivos electrónicos que dejan de funcionar inesperadamente y “grandes manchas oscuras y verticales en la visión periférica”.

Haxton, director de un museo universitario y coleccionista de parafernalia religiosa, nos cuenta por teléfono que oyó hablar de la caja por primera vez el año pasado a través de otro empleado del museo, un universitario que, curiosamente, es compañero de piso de Nietzke.

Cuando Nietzke puso la caja en venta, Haxton no se lo pensó. Según cuenta, al día siguiente de recibirlo en la oficina “me desperté con el ojo derecho como si me hubieran pegado”. Eso no es todo. También sufre de fatiga, nota un sabor metálico en la boca, y una constante congestión nasal y tos. Asimismo, dice que a veces huele las características fragancias de orina de gato y flores en casa.

Haxton ha acudido a Rebecca Edery, una librera judía ortodoxa de Brooklyn cuyo padre estudiaba la cábala, para intentar descubrir la función de la caja. “Las dos portezuelas exteriores se abren como los de un hejal,” un armario también conocido como Arón Ha-Kodesh donde se guardan los pergaminos de la Torá. Según Edery, “Las anillas metálicas de la parte interior de las puertas servirían para sujetar los pergaminos. Los armarios de este tamaño se suelen emplear en visitas de condolencia”.

Edery está convencida de que la caja era sagrada y que el espíritu que lo habita se introdujo allí a propósito. “El espíritu está ahí por un motivo expreso”. En su opinión para acabar con la maldición de la caja habría que celebrar un funeral judío con un minyan, o grupo de rezo, compuesto por 10 personas.

Por su parte, Haxton dice que quiere encontrar el origen de la caja y que si lo consigue quizá talle una réplica y entierre el original. “Es un enigma histórico. Tiene que haber salido de algún sitio y por algún motivo. Quiero saber qué es y para qué sirve”, dice.

Sombras de duda para todos
Tanto investigadores como eruditos religiosos coinciden en pensar que los objetos guardados en el interior son amuletos que habría guardado una familia, ya fuera o no judía. “Las monedas y los mechones de pelo son amuletos muy comunes”, dice Bill Ellis, un investigador especializado en fetichismo y estudios americanos de la Universidad Estatal de Pensilvania.

“La gente a menudo guardaba las monedas que coincidían con el año de nacimiento de sus hijos pensando que les traerían suerte”, dice Ellis. “Guardar mechones de pelo también es una tradición muy común, especialmente cuando se trata de honrar el recuerdo de un familiar. Este tipo de objetos podría albergar el recuerdo o la esencia del espíritu del difunto”.

A pesar de estas explicaciones, muchos detalles de la historia son poco creíbles y hacen pensar que pueda ser un bulo.

Para empezar, Schochet indica que en la mayoría de las leyendas, los dybbuks vuelven para entregar algún mensaje, pero “en este caso no hay razón que explique por qué la caja pueda estar poseída”.

Elliott Oring, catedrático de antropología y especialista en folclore de la Universidad Estatal de California Los Ángeles, también se muestra un tanto escéptico. “Algunos elementos de [la historia] nos obligan a dejar de lado el sentido crítico. Es decir, con todos los males que supuestamente ha provocado… ¿por qué nadie ha destruido la caja?”.

Entonces, si no existen pruebas fehacientes que demuestren la existencia del dybbuk, ¿qué hace que la caja resulte tan fascinante?

“Nos encantan estas historias porque se alimentan de nuestros miedos y prejuicios”, apunta Allan S. Mott, autor del libro “Urban Legends: Strange Stories Behind Modern Myths”.

“La historia del dybbuk se basa en la creencia de que existe un mal sobrenatural capaz de atacar a cualquier persona, independientemente de lo buena que sea. Historias como ésta nos ayudan a encontrarle sentido a este mundo tan caótico”.

La historia también se beneficia de la credibilidad de una página tan conocida como eBay, comenta Jan Harold Brunvand, autor del libro “Be Afraid, Be Very Afraid: The Book of Scary Urban Legends” que se publicará próximamente.

No obstante, Brunvand añade que esta historia es diferente porque “la minuciosidad con la que se relatan todos los detalles no es habitual. Las leyendas urbanas no suelen narrarse en primera persona ni contar con ese toque sobrenatural. No es la ‘típica’ leyenda urbana”.

Entonces quizá haya algo a lo que agarrarse, porque, ¿a quién no le gusta una buena historia de miedo?“Podría ser un bulo muy bien llevado”, indica el reverendo Jim Willis, un cura de Arizona que ha publicado el libro “The Religion Book: Places, Prophets, Saints and Seers”. “Esa es mi opinión como reputado académico, pero, por otra parte, si no te lo crees, ¿dónde está la gracia?”.

Mientras pronuncia estas últimas palabras uno de los enormes cuadros de su despacho se descuelga y cae al suelo con estruendo. “Qué raro”, dice Willis. “¿Será que me acabo de convertir en parte de una leyenda urbana?”.

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