Disney ha confirmado estos días su deseo de reiniciar la saga de Piratas del Caribe, que actualmente acumula 5 entregas. La última de ellas, por cierto, Piratas del Caribe: La venganza de Salazar, está ya disponible en Netflix.
El reboot trae consigo un efecto inevitable, que es la sustitución de todos los protagonistas, incluyendo al principal de todos, Jack Sparrow, interpretado hasta la fecha por Jonny Depp.
Una de las ventajas principales que les puede ofrecer prescindir del famoso actor es el ahorro económico que supone. La salida de Depp implicaría ahorrar 90 millones de dólares, que es la caché que el intérprete exige por su participación en la franquicia.
Es un presupuesto importante, que ahora puede rebajar la presión sobre la recaudación del film, sobre todo tras la última película y su baja repercusión en taquilla.
Además, desde Disney aseguran que quieren una película con nueva energía y vitalidad. Esto significa querer realizar un reboot para las nuevas generaciones, ya que la primera entrega se estrenó en el año 2003. Esto supone un decalaje generacional de 15 años, que ahora podrían aprovechar con mucha más soltura.
Para conseguirlo ya han movido la primera ficha en esta estrategia. Han contratado a Rhett Reese y Paul Wernick, conocidos por ser los guionistas de Deadpool. Sin llegar al histrionismo del anti-héroe por naturaleza, sí que es bastant eprobable que estos dos profesionales sean capaces de dar un toque mucho más original y divertido a los personajes de la nueva trama de Piratas del Caribe.
Teniendo en cuenta estas condiciones, lo único que no está decidido completamente es si la historia utilizará un nuevo Jack Sparrow o se centrará en otros personajes. Hay que tener en cuenta que la película está basada en un espectáculo de Walt Disney homónimo, por lo que las posibilidades argumentales son mucho más variadas.