Yehezkel, de 75 años, vive en una residencia de ancianos de Jerusalén con su esposa Levana. Yehezkel es el inventor de la casa y siempre encuentra la forma de hacer la vida un poco más fácil para todos. Cuando su mejor amigo Max, que sufre de una enfermedad terminal, pide Yehezkel que le ayude a poner fin a su vida, él se siente obligado a ayudar a su amigo para que muera en paz. Junto con un veterinario jubilado, que trae los tranquilizantes, y un ex detective de la policía para deshacerse de las pruebas, intenta encontrar la mejor forma de dar descanso eterno a Max. Lo cierto es que ningún miembro del grupo de amigos se atreve a matar a Max, así que Yehezkel inventa una «Máquina de eutanasia» que permitirá a Max presionar él mismo el botón, y cumplir su deseo de morir con dignidad.
Levana, la mujer de Yehezkel, hace todo lo posible por detenernos, pero Yehezkel logra engañarla y el grupo de amigos ayuda a Max a poner fin a su sufrimiento. Cuando Levana, que sufre los primeros síntomas de Alzheimer, se da cuenta de lo que han hecho les llama a todos asesinos y no quiere saber nada de ellos.
Mientras tanto la existencia de la máquina empieza a saberse y ancianos de todo Jerusalén acuden a la residencia buscan la forma de acabar con el sufrimiento de sus seres queridos. Suplican a Yehezkel y a sus amigos que les ayuden. Al principio, el grupo se resiste per al final acaban metidos en el «negocio» de la eutanasia, concediendo a la gente su último deseo de morir en paz.
Yehezkel está tan ocupado con todo el asunto que se niega a aceptar que el estado mental de Levana se está deteriorando, a pesar de que muestra un comportamiento cada vez más errático. Pero Levana da cuenta de que está a un paso de no conocer a su propia nieta y al analizar su propia situación empieza a entender que es posible que haya juzgado mal a su marido y sus amigos.