No hay dos sin tres es la mejor comedia en la que Cameron Díaz ha participado en 2014 y, en nuestra opinión, supera con creces lo realizado años anteriores. Esta estadounidense se mueve como pez en el agua en las comedias románticas o con fuerte componente femenino como es el caso.
A pesar de ello, Cameron Díaz envejece. Tiene 43 años cuando estrena No hay dos sin tres y esto debe afectar a sus papeles obligatoriamente. En una escena de la película, la esposa de su novio le indica que la nueva amante es John McEnroe, algo que enfurece a Cameron. Pero comencemos desde el principio.
Carly Whitten (Díaz) es una ejecutiva de mucho éxito que conoce a un tipo estupendo (Nikolaj Coster-Waldau). Tras 2 apasionados meses, descubre que está casado y decide romper la relación. Pero la esposa (Leslie Mann) la conoce accidentalmente y se hace amiga de ella a pesar de las circunstancias. Juntas planean una trama con la que vengarse del mujeriego marido, justo cuando aparece una tercera mujer (Kate Upton), una joven de cuerpo escultural y personalidad adictiva, que no dudarán en atraer a sus filas para una venganza definitiva.
Una comedia romántica puede tener una historia más o menos previsible, pero el mayor peso del film recaerá en la capacidad de los actores que la protagonizan. En este caso Díaz y Mann están perfectas en sus respectivos roles. El enemigo, Nikolaj, también cumple a buen nivel, pese a someterse a todo tipo de humillantes obstáculos, fruto del plan de venganza de las dos mujeres.
Upton tiene un papel más secundario, pero consigue aunar un físico inmejorable con un talento artístico suficiente como para equipararse a sus compañeras. Es aquí donde Cameron Díaz reconoce ante la cámara el paso de los años y debe escudarse más en su capacidad interpretativa que en su atractivo físico. Y cumple con creces.
Además, el director Nick Cassavetes (de quien os recomendamos El diario de Noa y John Q) nos ofrece un equilibrio perfecto entre situaciones cómicas, tragicómicas y afectivas, ofreciendo con ello una comedia con bases románticas pero en la que no dejas de sonreír durante la mayor parte del metraje.
Si bien el argumento nos parece enrevesado y precipitado al final, la venganza contra el marido es consumada de forma perfecta, con aparición de Don Johnson incluida. El ritmo de la narración es consecuente con ello y, gracias a esta característica, el espectador no se aburre en ningún momento. Playa, ciudad y caribe se entremezclan en fantásticas tomas con música animada de fondo y diálogos mordaces, pero efectivos.
No hay dos sin tres es perfecta para ver en el cine o disfrutar en casa junto a la pareja o con amigos, tiene todos los ingredientes para caer bien: Una historia simpática, unos personajes pegadizos y situaciones tan cotidianas como sorprendentes. Por cumplir su cometido y no hacer falsas promesas, por ser una buena comedia, sin más aspiraciones y porque Cameron Díaz no es John McEnroe, pese a que su personaje estalle en furia por ello, No hay dos sin tres es altamente recomendable para los amantes del género.