Peter Jackson continúa con su esfuerzo artístico para representar de forma espectacular y con todo detalle el mágico universo de Tolkien y de la Tierra Media. De forma similar a La Guerra de las Galaxias, El Hobbit. La desolación de Smaug es la quinta película pero la segunda en cronología y continúa narrando la aventura de Bilbo Bolsón, el Hobbit, junto a Gandalf el Gris, el mago, y unos enanos cuya misión es aparentemente recuperar las tierras que un dragón temible llamado Smaug les robó.

La película reseñada en este artículo corresponde a la versión en 3D. Fantástica introducción plenamente terrenal con un flashback incluido, en el que nos explica con más detalle el objetivo de Bilbo en la historia, tras lo cual una escena de acción inaugura lo que son casi 3 horas de fantasía intensa.

En esta segunda parte de la primera trilogía veremos más extendido el universo de la Tierra Media, con nuevos personajes como el cambia pieles y nuevos entornos (ahí está el Bosque Negro, el Reino de los Elfos Negros, la ciudad del puerto). Lo más interesante a nivel narrativo es la presentación de todos estos personajes de forma novedosa, al contrario que en El Hobbit, donde parecía que se repetía una y otra vez las mismas secuencias que en El Señor de los Anillos. En esta ocasión hay mucho más terreno nuevo que explorar y también los personajes reciben una evolución.

Bilbo reconoce, aunque sea medio mentira, que ha encontrado su valor y, por tanto, será protagonista de casi todas las hazañas de la película gracias al anillo de Sauron que lleva en el bolsillo. Se enfrentará a arañas gigantes, a orcos, elfos, humanos, acertijos y al mismísimo dragón Smaug y, curiosamente, en todos los enfrentamientos le veremos con posibilidades de vencer.

Tanto los enanos como el propio Gandalf aparecen algo más desestructurados respecto al primer film, lo que permite desarrollar la personalidad de cada personaje y ver hacia dónde conducen sus decisiones. En el caso del mago, además, disfrutaremos de una historia alternativa a la trama principal en la que descubrirá el plan de Sauron, que desembocará en los hechos acaecidos en El Señor de los Anillos. Se rumorea que se han encontrado notas de Tolkien a este respecto, relacionando ambas aventuras, si bien no importa más de lo necesario, pues recuperar al gran enemigo e incluso explicar al espectador qué significa el omnipotente ojo de la segunda trilogía ya hace merecer esta segunda parte.

Otra cosa que nos ha sorprendido es la representación tanto de la ciudad humana como de los elfos. De los primeros encontramos una versión semi acuática de la Tierra Media, con humanos pasando hambre y penurias, más propio del entorno de la Europa medieval que lo que estamos acostumbrados a ver en estos universos. Por su parte, los elfos negros ofrecen una versión nueva de esta especie, con mucho más espíritu y emociones que frialdad élfica.

Curiosamente, el regreso de Orlando Bloom como Légolas no aporta absolutamente nada, salvo una explicación de su posterior apoyo a los enanos en El Señor de los Anillos. La actriz Evangeline Lilly (Perdidos) en una sola película refleja mucha más personalidad y un personaje más interesante que el de Legolas en ya cuatro películas presente y, se antoja, también en la siguiente.

A nivel visual, El Hobbit. La desolación de Smaug es un portento de efectos especiales, en ocasiones quizás demasiado rápidos, lo que genera algo de confusión al espectador, pero los detalles están muy cuidados en los primeros planos. El dragón, por supuesto, representa la mejor creación de Peter Jackson y su equipo, haciendo que sea perfecto y muy realista, posiblemente ostentando el título del mejor monstruo creado en el séptimo arte.

Tendremos más Hobbit, por supuesto, tanto es así que los espectadores acusarán una decepción al final de esta segunda parte, lo que es buena señal porque significará que no les hubiera importado ver más, disfrutar de nuevas historias, de la última al menos, pero habrá que esperar a Diciembre de 2014 para ello.

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