Carrie

Si decimos que Carrie es un remake probablemente no estemos utilizando el mejor concepto, pese a ser correcto, para referirnos a la película de Kimberly Peirce respecto a la de Brian de Palma. Un remake podría considerarse más apropiado para el film de 2002 de David Carson, con diferentes propuestas originales a nivel visual y mucho más exacta a la novela de Stephen King sobre la que se basa la historia en general.

Para quien no conozca la trama (y no quiera leerla arriba donde pone Sinopsis), Carrie trata sobre una joven educada bajo una férrea creencia religiosa distorsionada y enfermiza por parte de su madre. En el instituto, la chica tiene su primer día de regla entre terror propio y burla de las compañeras, dado que ella desconoce todo lo relacionado con el sexo de una mujer.

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Paralelamente a estos sucesos, Carrie desarrolla paulatinamente un poder de telequinesis cada vez más poderoso, mientras que otros jóvenes van sintiendo un irracional odio hacia ella hasta el punto de querer atentar contra toda su dignidad.

A grandes rasgos esta sería la historia de Carrie, aunque Stephen King y David Carons comienzan todo con las declaraciones de una de las supervivientes tras el caos desatado la noche de la promoción, en la que testigos aseguran que Carrie Fisher movió objetos con el fin de causar incendios, explosiones, electrocuciones y, en definitiva, muerte, a todos sus compañeros de clase, profesores de Instituto y ciudadanos de la zona.

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En un extenso reportaje que dedicamos a las intenciones de Kimberly Peirce, la directora confesaba que quería profundizar en las raíces de la novela, pero con un trasfondo atractivo visualmente como Brian DePalma consiguió en su creación de 1976. Pero lo cierto es que ni el Instituto ni la casa de los horrores demuestran una excesiva originalidad, es más, el guión es casi calcado al de los 70, con muchas frases idénticas e incluso reacciones y movimientos de los personajes interpretados.

La creatividad de Peirce se nota sobre todo en la personalidad de la madre de Carrie, interpretada perfectamente por Julianne Moore, que borda uno de sus mejores papeles. Cierto es que tenemos simpatía por Moore y todo lo que hace, por su belleza y talento, nos parece correcto, pero en Carrie de 2013 consigue hacer evolucionar a un personaje por encima de la novela y de la película original, algo que sólo directora y actriz pueden conseguir conjuntamente.

Estamos ante un personaje femenino neurótico, psicótico y totalmente desquiciado, capaz de matar a su hija si es necesario (la primera escena de la película es, de todo el metraje, lo mejor).

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Sin embargo, Chlöe Moretz como la pobre Carrie no transmite la misma fragilidad. Se quita fácilmente el peso del conocido papel de Hit Girl en pocas tomas, pero sigue pareciendo una chica demasiado fuerte como para esta interpretación. Quizás de ahí que el control que tiene de sus poderes tan rápida e intensamente se  transmita con mayor sentimiento que el ser ridiculizada por otras alumnas. ¿Por qué no hacer a una Carrie con más rabia? Moretz podría haber sido una Carrie desafiante y, a pesar de su incultura general, llena de venganza en sus venas para poder estallar con ganas al final de la película.

En lugar de ello se acoge mejor la práctica del mobbing, mucho más conocida y de moda que un rape&revenge que aumentaría la edad mínima para ver el film considerablemente o el simple sentimiento vengativo de films de los 90, que pegaban genial con los institutos públicos norteamericanos.

Se actualiza el film con tecnología del tipo «voy a subir este vídeo a YouTube», si bien las consecuencias de los actos son exactamente los mismos. Estaremos hablando de menos de 20 minutos de metraje original. Hay ediciones extendidas de algunos blockbusters que superan a todo el remake de Carrie tanto en duración como en creatividad.

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No nos ha gustado nada la copia exacta que se ha hecho del film original, creo que queda claro. Pero tampoco nos ha llegado a gustar la tecnología utilizada en los efectos especiales. En Carrie de 1976 puede parecer falso cualquier objeto movido con telequinesis, pero se asumía la limitación técnica y se cedía a la fantasía. En 2013 se exige el máximo. Hemos pasado por The Matrix, por Avatar, Prometheus e infinidad de películas de superhéroes. Cualquier poder, efecto sangriento y accidente debería estar realizado en una superproducción con una perfección impoluta y en Carrie nos encontramos de frente con efectos claramente visibles y un exceso de confianza en el chroma.

En definitiva, la memoria de Carrie podría haber quedado más tranquila de no existir esta versión de 2013.

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