El humor estadounidense es para analizar con detenimiento. Les encanta mostrar a sus celebridades más importantes en situaciones absurdas e incómodas, con un grado excesivo de humor escatológico y siempre exagerando cualquier conversación o acción. Como el británico o el chino, son ellos quienes más lo disfrutan.
Los espectadores que no tienen las mismas costumbres sociales ni de entretenimiento (como un servidor), podemos encontrar, concretamente en Juerga hasta el fin, cierta diversión en algunas de las escenas o por el hecho de ver a Rihanna siendo absorbida por un volcán y a James franco actuar como un obsesionado del arte ridículo. Pero tomarse el film con la más mínima seriedad es, de todas todas, una pérdida de tiempo.
En Juerga hasta el fin, Jay Baruchel y Seth Rogen hacen de ellos mismos, como el resto de personajes que aparecen en la película, para ir a una fiesta en casa de James Franco y pasar un fin de semana bestial. Lo que parece realmente una aburrida fiesta de snobs, termina convirtiéndose en el fin del mundo con terremotos, volcanes y agujeros al Infierno, sin contar a las horribles bestias demoníacas que pululan por el exterior. Los protagonistas junto a Jonah Hill, Craig Robinson y, posteriormente, Danny McBride, terminan encerrados en casa de James, esperando a que todo se resuelva.
Para pasar el tiempo hacen películas caseras, racionan la comida y la bebida y hasta se crean su propio confesionario como un reality show. Al poco tiempo la reclusión hace mella en los habitantes de la casa y pronto las susceptibilidades y la escasez de alimentos les hará enfrentarse entre ellos.
Lo cierto es que los momentos graciosos no terminan en ningún momento y, como es propio del humor estadounidense, se intenta razonar cualquier acción e incluso ver como algo normal. En el último tramo de la película la cosa se desmadra con exorcismos, caníbales en un entorno al más puro estilo Mad Max y ascensiones celestiales.
El debut de Evan Goldberg y Seth Rogen en la dirección nos deja una descafeinada comedia en la que la exageración es la única baza con la que intenta convencer, dado que los personajes están llevados al límite y, aunque creíbles, no tienen oportunidad de una evolución realmente llamativa. La historia, además, es trillada y desproporcionada respecto al transcurso de los hechos. Pese a todo, se disfruta y, para una tarde de fin de semana, es una buena opción.
Imágenes: This is the End en Facebook